
El pasado 23 de abril, apareció en el sitio oficial del primer ministro turco una declaración en la que este expresaba sus condolencias a los nietos de armenios muertos en el Imperio Otomano durante la I Guerra Mundial.
Dicha declaración, si bien es un paso novedoso por parte del máximo representante del Estado turco, fue un mensaje dirigido a la comunidad internacional y no al pueblo armenio. En el mismo, no hay atisbos de arrepentimiento ni evidencias de asumir culpas por el crimen de lesa humanidad cometido por el Estado turco.
La política negacionista de Turquía aparece nuevamente en el mensaje de Erdogan cuando banaliza los hechos ocurridos entre 1915 y 1923 al equiparar las pérdidas y sufrimientos de las víctimas con las del verdugo; cuando vuelve con el remanido argumento que lo ocurrido hay que observarlo dentro del contexto de la Gran Guerra, ocultando que existió un plan sistemático de exterminio de los armenios preparado años antes de dicha guerra.
Erdogan, insiste, con la idea de crear una comisión de historiadores para estudiar si hubo genocidio, desconociendo que la historia ya dio su veredicto. Decenas de parlamentos nacionales, organismos supranacionales como la ONU, Parlamento Europeo, Parlasur y la reputada e insospechada International Association of Genocide Scholars concluyeron que los hechos acaecidos con el pueblo armenio deben ser tipificados como genocidio.
En vísperas del centenario del Genocidio Armenio, Turquía se ve en la necesidad de enviar señales a la comunidad internacional, más aun si tenemos en cuenta el fiasco de su política exterior. La tan declamada y publicitada doctrina de “cero conflicto con los vecinos” del tándem Erdogan y su canciller Davudoglou es hoy un estrepitoso fracaso.
No solo ha fallado en su intención de convertirse en el interlocutor confiable entre el mundo islámico y occidente, sino que en algunos casos su presencia ha distorsionado y dañado la legitimidad de los reclamos de los pueblos durante la primavera árabe. Próximamente se cumplirán cuarenta años de la invasión y ocupación turca de una parte de la República de Chipre. Allí Turquía aparece intentado erigirse en parte demandante en el conflicto, olvidando que ha vulnerado el derecho internacional y ha ignorado Resoluciones de Naciones Unidas.
Respecto de Armenia, Erdogan continúa con la política negacionista heredada de sus antecesores, y ejerce una manifiesta política antiarmenia, que se materializa con el unilateral cierre de las fronteras desde 1993 hasta la fecha. Se niega a establecer relaciones diplomáticas con Armenia en cuanto este país persista en la búsqueda del reconocimiento internacional del Genocidio Armenio. Con Azerbaiyán ejercen una política de aislamiento territorial y asfixia económica sobre la República de Armenia que al cabo de tantos años ha dejado sus secuelas.
A 99 años del primer genocidio del siglo XX, los armenios del mundo no dejamos de exigir justicia y reparación por el crimen de genocidio cometido por el Estado turco contra la nación armenia.
Del Estado turco, culpable del crimen aun impune, no esperamos condolencias sino que asuma su culpa y repare las consecuencias del mismo.
Ing. Mario Nalpatian
Miembro del Consejo Nacional Armenio Mundial