
El 24 de abril de 2021 será un día especial. Como cada año, los armenios de todo el mundo conmemoraremos un nuevo aniversario del Genocidio Armenio: el exterminio sistemático de nuestro pueblo ejecutado entre 1915 y 1923 por parte del Imperio Otomano, primero, y la República de Turquía después.
Pero, este año, lo haremos con la imagen todavía presente de las caravanas de armenios expulsados nuevamente de sus hogares ancestrales, esta vez en Artsaj (Nagorno Karabagh), apenas cinco meses atrás. Lo haremos con el recuerdo aún patente de los civiles asesinados por los bombardeos del ejército de Azerbaiyán y la aviación de Turquía. Lo haremos acompañando el sufrimiento de quienes aún desconocen la suerte de sus familiares y de aquellos que permanecen cautivos. Recordaremos a nuestros antepasados asesinados hace un siglo, mientras aún está fresca la tierra en la que han sido sepultados miles de nuestros padres, hermanos y amigos. Mientras nuestras iglesias vuelven a ser objeto del saqueo y la destrucción. Mientras los actuales líderes de Azerbaiyán y Turquía bendicen en público a quienes, un siglo atrás, condujeron a la muerte a un millón y medio de personas, y se vanaglorian de sus propios crímenes.
Durante 2020 -el año que el mundo recordará por la pandemia- el odio y la xenofobia que desde hace más de un siglo inspira a los genocidas de ayer y hoy demostró que goza de excelente salud. Los autócratas que gobiernan Turquía y Azerbaiyán, ante la pasividad y la indiferencia del resto del planeta, se propusieron “completar la labor de sus antepasados en el Cáucaso” – de acuerdo a sus propias palabras- y dejaron en evidencia que el viejo anhelo panturquista de arrasar Armenia y Artsaj no era una teoría conspirativa, sino un programa político todavía capaz de aglutinar detrás de él a la enorme mayoría de sus ciudadanos.
Ataques indiscriminados en áreas residenciales, utilización de armamento prohibido, decapitaciones, secuestros de civiles, deportaciones forzadas, utilización de terroristas como mercenarios, ataques a hospitales, maternidades, escuelas e iglesias; el listado de los crímenes es interminable y describe inequívocamente lo sucedido tanto un siglo atrás como en los meses pasados.
En consecuencia, conmemorar el Genocidio Armenio en 2021 no puede ser únicamente un ejercicio de recordación pasiva del crimen cometido hace 106 años. Se trata de la dolorosa denuncia de lo que sucede una y otra vez cuando campea la impunidad, se consiente el negacionismo y se coquetea con los genocidas.
El estrepitoso silencio del mundo frente a los crímenes de guerra cometidos por Turquía y Azerbaiyán entre setiembre y noviembre de 2020 es el infame resultado de esos coqueteos.
Sin embargo, la memoria que hemos cultivado durante este siglo de lucha por la justicia nos permite recordar y reconocer nítidamente a quienes estuvieron junto al pueblo armenio en estos momentos decisivos.
Este año, la situación sanitaria nos obliga a postergar nuevamente la realización del acto académico que cada 24 de abril -desde hace más de dos décadas- organizamos en el Palacio Legislativo, en conjunto con la Presidencia de la Cámara de Representantes.
En consecuencia, convocamos a todos quienes año a año elevan junto a nosotros el reclamo por justicia y honran la memoria de los mártires armenios, a utilizar este 24 de abril todos los medios a su alcance para denunciar que la impunidad de los genocidas de 1915 continúa alentando nuevos crímenes en el presente. Para ello, junto a las demás organizaciones de la colectividad armenia, promoveremos actividades no presenciales de recordación y denuncia, a las que exhortamos a participar.
En este 2021, el año en que Turquía abrió su Embajada en Uruguay, cerrémosle la puerta al negacionismo en nuestro país.
En este abril, un mes que es símbolo de memoria y lucha para el pueblo armenio, redoblemos nuestro compromiso con la construcción de un futuro libre de impunidad.
Este sábado, honremos a nuestros antepasados víctimas del Genocidio Armenio trabajando para asegurar el derecho de las generaciones venideras de armenios a vivir libremente en su patria ancestral.
Montevideo, 20 de abril de 2021