Este 28 de mayo Armenia celebra oficialmente el Centenario de su establecimiento como República libre e independiente, y de las heroicas victorias de mayo de 1918 que aseguraron la supervivencia de la nación armenia y forjaron el nuevo Estado.
Un siglo atrás, en mayo de 1918, el pueblo armenio se encontraba en una situación límite: el Imperio Otomano había exterminado casi completamente a todos sus ciudadanos armenios, y sus ejércitos avanzaban sobre los armenios del Cáucaso con el objetivo de su aniquilación total. El Ejército Ruso había retirado sus tropas de la región, y los georgianos y azerbaiyanos habían resuelto abandonar la Federación Transcaucásica surgida tras la caída del Imperio Ruso, por lo que los armenios se encontraban librados a su suerte.
En ese contexto, bajo el liderazgo de Aram Manukian, la población civil y el clero se plegaron a los batallones de voluntarios armenios y a fines de mayo de 1918 lograron rechazar el ataque del Ejército Otomano a escasos kilómetros de Echmiadzin, sede de la Iglesia Apostólica Armenia. Las victorias populares en Karakilisé, Pash Aparán y Sardarabad, ante un enemigo muy superior en número y armas, aseguraron la supervivencia del pueblo armenio. Dos días después, el 28 de mayo de 1918, se proclamó la República de Armenia, el primer Estado armenio independiente tras más de cinco siglos de dominación extranjera.
La naciente República, agrupaba en un pequeño territorio a cerca de 900.000 armenios, la mitad de los cuales eran refugiados sobrevivientes del Genocidio Armenio, y enfrentaba una serie de desafíos acuciantes en materia de seguridad, abastecimiento, salud y educación. Su salida natural al mar se encontraba ocupada por el Imperio Otomano y las relaciones con sus vecinos eran conflictivas debido a disputas territoriales pendientes. Sumado a esto, la indiferencia de las Potencias Aliadas puso a Armenia en una situación de aislamiento casi total.
A pesar de las dificultades, el esfuerzo constructor del pueblo armenio logró organizar el país y consolidar una democracia progresista, siendo uno de los primeros países a nivel mundial en asegurar a las mujeres el derecho a votar y ser electas (1919). La nueva República adoptó el régimen parlamentario de gobierno y estableció sus símbolos nacionales, que se mantienen hasta el día de hoy.
Durante el breve período de su independencia (1918-1920), se crearon numerosos centros de estudio, incluyendo la universidad estatal, así como también orfanatos para los centenares de miles de niños sobrevivientes del plan de aniquilación ejecutado por el Estado turco. Se reconstruyó la infraestructura y se organizó un ejército nacional, que tuvo un rol destacado en el mantenimiento de la integridad territorial de la República y en la recuperación de los territorios armenios ocupados. Sin embargo, la precaria situación económica, la falta de medicinas y las epidemias se cobraron decenas de miles de víctimas, incluyendo al fundador de la República y Ministro del Interior, Aram Manukian.
En el ámbito internacional, Armenia fue reconocida como Estado soberano por la Liga de Naciones y decenas de países, participando de las Conferencias de Paz de París que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial. El 20 de agosto de 1920, Armenia y los Aliados firmaron el Tratado de Sèvres con el Imperio Otomano, que delegaba en el presidente de los EEUU Woodrow Wilson la delimitación de la frontera entre Armenia y el Imperio Otomano. El laudo arbitral del presidente Wilson establecía que 103.599 km2 deberían ser restituídos a la República de Armenia, incluyendo su salida al Mar Negro. Si bien se trata del único documento válido firmado por las partes para la delimitación de sus fronteras, la evolución de los acontecimientos posteriores impidió la implementación del Tratado y esos territorios continúan bajo ocupación de Turquía.
En 1920, Lenin y Mustafá Kemal acordaron secretamente poner fin a la existencia de la República de Armenia. Tras la sovietización de Azerbaiyán, el Ejército Rojo intentó invadir Armenia durante varios meses, sin éxito, a través de su frontera este. En setiembre de ese año, fuerzas kemalistas turcas atacan sorpresivamente la frontera oeste de Armenia, exterminando a su paso a la población civil. El 2 de diciembre de 1920, ante la nueva amenaza de la aniquilación total del pueblo armenio, el gobierno democrático de Armenia entrega el poder a los bolcheviques, finalizando el período fundacional de vida independiente de la República.
A pesar de su breve duración, la fundación de la República de Armenia en 1918 constituye un símbolo de la dignidad del pueblo armenio, y su existencia fue trascendental para la recuperación de un Estado soberano en los territorios ancestrales armenios y para la supervivencia del pueblo armenio. Su legado permanece vivo hasta el día de hoy tanto en Armenia como en la Diáspora, no sólo a través de los símbolos patrios, sino también a través del ejemplo de sus forjadores, una generación de patriotas capaz de liderar a su pueblo desde el abismo de la destrucción hacia la concreción del ideal de una Armenia libre, unida e independiente.